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Preguntas antes de dormir

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  A quién le cuento que me siento triste esta noche? A quién le pido que acaricie mi cabeza, que pose por un momento sus manos en mi rostro? A quién le contaré que he regresado cansado, que el mundo me duele que tengo miedo que no consigo ver entre la niebla el día de mañana? Con quién puedo compartir esa súbita alegría porque en el camino me sonrió un niño, o un perro me movió la cola? A quién le relataré mis sueños y mis pesadillas antes de que sea mediodía? A quién le pediré que me acompañe a perderme entre la lluvia y los bosques del sur para descansar un reto de este mundo? A quién podría pedir que ponga su mano sobre mi pecho y sienta que aún pulsa, recóndito, mi corazón? Quién podría contarme que está triste esta noche? Quién me pediría que acaricie su cabeza? Y como ya sé todas las respuestas a estas preguntas, apago la luz, cubro mi rostro con la sábana y aprieto los labios y mis ojos y me diluyo en el sueño.

Últimas palabras

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  Amiga: Sí, te llamo amiga porque no tengo otra palabra con la que poder llamarte. Tu nombre, ese me lo reservo, y lo llevaré conmigo para siempre, escrito como una gran cicatriz en mi corazón. Te llamo amiga, así como alguna vez te llame "mi amor", porque después de todo y nada, quiero creer que aunque nunca más hemos de cruzar palabra ni volveremos a mirar los ojos del otro, todo ese amor que se fundió decantó en algo, que no puede ser solo olvido y pérdida, sino un cariño sano que espero ambos nos guardemos. Te lo dije hace algunos años en la última carta que te envié: no puedo sino desearte todo el bien y toda la felicidad que este mundo pueda ofrecerte; esa misma que yo no pude o supe darte. No te miento al decirte que recordarte (y por ende, escribir esto) aún me produce un dolor sordo en alguna parte profunda del pecho, algo así como un ahogo, pero ya es tolerable y puedo vivir perfectamente con él. ¡Y mira que me costó! Cuánto me costó... Porque, a pesar de lo que cr

Los fantasmas de las Navidades pasadas.

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  Por ahí escuché o leí, no sé en realidad dónde, que tomamos real consciencia de envejecer cuando la vida deja de darnos cosas y comienza a quitárnoslas a un ritmo paulatino, pero creciente. Las cosas, los momentos, las personas, sencillamente se van, nos dejan o las dejamos partir.  Mucha razón tiene San Pablo en su más conocida epístola al señalar ese cambio en el ver la vida que se tiene siendo un niño y en el posterior ya siendo un adulto. La Navidad es un claro ejemplo de esas visiones contrapuestas en el mirar. Hoy, cuando la nostalgia me acecha en todas las esquinas y me gana en todas las misiones, no puedo dejar de pensar en esas Nochebuenas y Navidades de antaño, en que el mundo eran luces centellantes en noches calurosas, con olor a pan de pascua y canela; árboles de plástico, papeles multicolores y, por sobre todo para mí, la familia. Los 24 de diciembre empezaban temprano. La limpieza y el orden de la casa debía efectuarse con prontitud. El sol decembrino se colaba desde t

Cataclismo

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Fue por estos días, eso sí lo tengo claro. La fecha exacta no. Tantos esfuerzos por olvidar parece que solo consiguieron que olvidara la fecha, pero nada más; los recuerdos siguen vívidos en mi mente, inclusive hoy, diez años después. Me cuesta creer que tanto tiempo haya pasado, una década. Es cierto que el dolor dejó de ser intenso y agudo como en los primeros años o cuando supe que te perdía definitivamente para siempre. Ahora el dolor es como un eco sordo, como una herida traicionera que parece estar cicatrizando, pero que de tanto en tanto, te recuerda que aún permanece abierta con un feroz punzazo que te amarga el día más soleado.  A veces todavía fantaseo con que todo este tiempo es solo un mal sueño, una pesadilla larga y que tarde o temprano habré de despertar para descubrir que es sábado y que nos veremos en unas horas más como nos veíamos siempre en sábado... pero ahora ya no perdería el tiempo y no permitiría que los días nos separaran más con sus afanes tiránicos

Partir

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Pisaré alguna vez la tierra de la dicha. Podré, entonces, respirar libre. Las pesadas cadenas que arrastro por tanto tiempo caerán, caerán, y al fin miraré con amabilidad a los espejos, porque en esa otra tierra me devolverán una mejor visión de mí. Y la angustia y las preguntas de todas las noches, se las llevará el viento, y dulces certezas me colmarán los sueños. Me hartaré de la alegría que por años me ha sido negada -que no he sabido asir- Y no habrá más vergüenza ni culpas. Volveré a amar y, más importante aún, volveré a ser amado. Partiré más temprano que tarde, me escabulliré una noche sin equipaje, sin nada. Quedarán atrás tantas cosas; los lastres atávicos, los dolores de tu ausencia, caerán, caerán cuando emprenda el viaje y pueda, finalmente,  ser un hombre nuevo.

Certeza

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31. Quizá necesitaba saberlo. Tener la certeza. Necesitaba escuchar la verdad devastadora para cerrar de una vez esa dolorosa puerta para abrir las ventanas y ventilar tu presencia para colgar de una buena vez las sábanas  al sol, al viento y que todo lo que una vez me habló de ti -de tu sangre, de tu fuego- se lo lleve la brisa tibia de la tarde  y yo pueda de una vez dejar morir la esperanza para sentarme tranquilamente a ver pasar el tiempo ya que habré entendido entonces que no hay un final feliz detrás de tanto amor arrastrado -polvo enamorado- por el viento.

Reverdecido

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Porque es áspera y fea, porque todas sus ramas son grises, yo le tengo piedad a la higuera... "La higuera" Juana de Ibarbourou. No reverdezcas esta rama  seca por el tiempo y la ausencia si no has de procurar que reviva que dé brotes y crezca por piedad yo te lo pido no des esperanzas a esta rama seca. No riegues esta flor que ya arrojó al viento su polen si no has de darle agua para que brille de cara al sol y pueda, gracias a tu agua, dar los frutos postergados ten compasión, yo te lo imploro, no les des solo un trago sino curas su sed. No enciendas el corazón de esta máquina que yace dormida desde hace tanto si no has de darle ese fuego que llevas para que otra vez palpite la ociosa caldera apiádate de esta locomotora rota, no le hables de estaciones si no le muestras la vía. No me regales tus palabras bellas las historias nuevas y de ayer si solo he de ser pasatiempo o escala en tu viaje y me habite